Los médicos descartan que Breivik sufra daños por su aislamiento en prisión

  • Breivik ha denunciado al Estado noruego por violar la Convención Europea de Derechos Humanos.
  • Está recluido en aislamiento por matar a 77 personas en un doble atentado en Oslo, en 2011.
  • Los doctores defienden en el juicio que el régimen de aislamiento no le está provocando daños.
El extremista Anders Behring Breivik (d), autor de los atentados de 2011 en Noruega, a su llegada a la tercera jornada del proceso que se desarrolla en la prisión de Skien (Noruega).
El extremista Anders Behring Breivik (d), autor de los atentados de 2011 en Noruega, a su llegada a la tercera jornada del proceso que se desarrolla en la prisión de Skien (Noruega).
Lise Aserud / EFE
El extremista Anders Behring Breivik (d), autor de los atentados de 2011 en Noruega, a su llegada a la tercera jornada del proceso que se desarrolla en la prisión de Skien (Noruega).

Los médicos que han seguido en prisión al ultraderechista Anders Behring Breivik, autor de los atentados de 2011 en Noruega, no consideran que el régimen de aislamiento al que está sometido le haya provocado daños, según declararon este jueves en el proceso civil contra el Estado.

Los jefes de los servicios médicos de Ila y Skien, donde Breivik ha estado recluido desde hace casi cinco años, dijeron no haber detectado cambios significativos en el condenado, que ha denunciado al Estado por violar la Convención Europea de Derechos Humanos.

El médico jefe de Skien, Björn Draugedalen, sostuvo que la apatía y las jaquecas mencionadas por Breivik, que constan en los registros sanitarios, fueron "pasajeras", mientras que para el abogado del recluso, Øystein Storrvik, son síntoma claro del daño por aislamiento.

Storrvik resaltó que el vidrio de seguridad que separa a los médicos del extremista en los exámenes perjudica su diagnóstico y aseguró que éste minimiza sus molestias para aparecer como mentalmente fuerte.

Durante su exposición de ayer en la segunda jornada del juicio, que por seguridad se celebra en el gimnasio de la cárcel de Skien (al sur de Oslo), Breivik criticó los centenares de cacheos y el uso continuo de esposas que sufrió en los dos años en Ila, y haber sido despertado por las noches por los guardias cada poco tiempo.

Según el director de ese penal, Knut Bjarkeid, esas medidas se debían a la necesidad de evitar que intentase suicidarse o tomar rehenes antes del juicio, motivo este para mantener el vidrio en los contactos.

El Defensor del Pueblo había señalado en un informe hace meses su temor a que el aislamiento aumentase el riesgo de daños y de trato inhumano y propuso medidas para aumentar sus relaciones sociales, algunas aplicadas luego por las autoridades penitenciarias.

La llegada en otoño de un nuevo preso al departamento de máxima seguridad donde está Breivik ha supuesto que no se pueda mover con libertad entre los tres cuartos de que dispone, pues la dirección de la cárcel no contempla permitirle el contacto con otros reclusos.

"Lo discutimos, pero nunca fue considerado como una posibilidad real", declaró Margit Kise, exresponsable de ese departamento en Skien, según recogió la televisión pública NRK en una vista no retransmitida por orden judicial.

Su sucesor en el cargo, Tore Stenshagen, reveló además que existen motivos de seguridad, porque varios presos han admitido estar dispuestos a atacar a Breivik si tienen oportunidad.

Control de su comunicación con el exterior

El control de la comunicación postal, otra queja central del extremista, obedece a un esquema fijo, reveló un representante de la Dirección General de Prisiones. "Las cartas que con gran probabilidad acabarían en internet por su contenido son rechazadas, y lo mismo las que mencionan los atentados, van dirigidas a direcciones que difunden opiniones extremistas o van firmadas por el Partido Fascista Noruego", declaró Jørgen Spangen Iversen, asesor de ese organismo.

Breivik hizo estallar una bomba en el complejo gubernamental de Oslo el 22 de julio de 2011 y causó la muerte a ocho personas. Justo después se trasladó en coche a la isla de Utøya, al oeste de la capital, donde perpetró una matanza en un campamento de las Juventudes Laboristas, en la que murieron otras 69 personas.

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